Hoy quería hablarte sobre mi cabello mojado, la manera en que se secaba naturalmente y el montón de fotos que le tomé al proceso porque me pareció sorprendente…
También quise decirte sobre la pintura que estoy haciendo, que está quedando como un mamarracho mal improvisado, pero cualquier cosa es mejor que seguir con el lienzo en blanco y los oleos sellados, luego de 9 años de tenerlos en el fondo de mi closet.
Quería mostrarte las nuevas pecas que me salieron en los hombros, que son tan bonitas y chiquitas, como preocupantes: en menos de una semana me han salido 30 pecas nuevas en el cuerpo… y si, semanalmente las cuento…
O simplemente hablarte sobre el artículo que me toca exponer en el seminario de mañana y que llevo una semana leyéndolo y aún hay cosas que no comprendo, lo cual me angustia y me hace sentir torpe, porque ni siquiera he preparado la disertación.
Pero fue tu voz a través de la ventana la que lo pasmó todo, como siempre, como es tu costumbre insana, vociferaste los mismos insultos de siempre, la misma cantaleta de siempre, los mismos adjetivos que usas para recalcarme lo que piensas de mí y lo mucho que te molestan mis defectos. Eso me hizo recordar muchas cosas, entre todas ellas, el porqué te ignoro aveces, el porqué ya no me interesa contarte sobre mi vida, mis pensamientos, o los planes que ya están trazados con el dinero que ya tengo.
Está decidido.
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