Cuerpos

Cuando eres niño miras el mundo desde otra perspectiva, incluso, siendo adolescente prefieres pensar en que todo lo malo del mundo no te tocará *Suspiro* También, cuando creces te das cuenta de que la autodestrucción está grabada en el inconsciente, más firme de lo que debería estar, y que todo lo rico y placentero del mundo tiene sus (casi siempre graves) consecuencias. [Y viendo el mundo desde puestos alargados, con lentes bicóncavos, como para pretender que el mundo es menos hostil de lo que en verdad es, nos encontramos nosotros, ese tipo de humanos que la gente tacha de diferentes, pero lo único que los hace diferentes es la perspectiva que les tocó].

Siento también que no quiero estar en este cuerpo, no por todas esas bobadas que dicen los que consideran al cuerpo una cárcel, sino porque los cuerpos son deficientes… Nunca basta todo lo que tengas o todo lo que hagas, siempre te sentirás incompleto e insatisfecho (más no infeliz). A veces he querido tener orgasmos que me exploten el cerebro, pero no sucede, antes se cansa mi cuerpo, cierro las piernas y me quejo de que no puedo resistir más… es solo un ejemplo para decir que me incomodan los límites preestablecidos que vienen con el paquete.

Mi cuerpo también es algo particular. Me gusta mucho (aunque eso suene contradictorio), me gusta por su forma, su textura, su color, me parece bonito, y me parece sensacional comprender los procesos fisicoquímicos del cerebro, los nervios y todo eso. Pero con respecto a eso, me decepciona: todo marcha bien mientras tomo pastillas. Eso es lo que no me gusta, tener tratamientos (la palabra favorita de los médicos) para casi todo. Entonces saco la conclusión de que me dieron, o más bien, con el tiempo hice de mi cuerpo un cuerpo defectuoso.

Cuando era pequeña tenía anemia, así que tenía que tomar el famoso sulfato ferroso, pero como siempre he sido terca, peleaba con mi mamá para no tomármelo, incluso lo escondía, y prefería pasar la mayor parte del tiempo enferma a tomarme la dichosa pastillita roja. Ya adolescente, creía que todo en mi era normal hasta que me di cuenta de que la gente no sabía cómo comunicarse afectuosamente conmigo. Así que lo primero que hice, en mi gran aparente inteligencia, fue alejarme de la gente, despreciarlos tanto o más que ellos a mi (o era lo que yo suponía) y dividí a la gente en humanos y humanoides… los humanos eran esa gente ‘especial’ que me entendía, que era inteligente y con la que podía tener alguna conversación medio decente (considerando mi edad), los humanoides eran los demás, aquellos seres tan desagradables que solo pensaban en cerveza, chismes o ropa, cerveza, chismes o ropa. Lo segundo que hice fue tener un novio “humano”, la persona con el mejor IQ y las notas más altas que había conocido hasta ese entonces. Gracias a él aprendí muchas cosas, como formatear una computadora, la importancia de las ciencias y en especial de la cuántica, la importancia de la sinceridad y la libertad en las relaciones humanas, que ser inteligente no implica ser una ‘gran persona’ y viceversa, y que el IQ vale mierda…

Así que en poco tiempo comprendí que todos somos híbridos de ‘humanos’ y ‘humanoides’, y se me acabó la pendejada asocial. Aunque a veces creo que han quedado rastros de eso.

Luego de muchos miedos e irregularidades, de muchos exámenes médicos, y de no saber porque carajos los puntos rojos no me venían en meses, me diagnosticaron síndrome de ovarios poliquísticos (¿Eso con qué se come? Fue mi primera reacción), y entonces me dieron a entender que tendría que tomar pastillas anticonceptivas por toda mi vida para pretender tener unos niveles hormonales normales mientras no quiera tener hijos, y me explicaron que aunque no me voy a quedar embarazada al primer intento, podré traer al mundo a esa personita especial para que también tome pastillas y medicamentos junto a mí, que felicidad…

Hace un año y medio me dio un arranque de “¡A LA MIERDA TODO, NO TOMARÉ MÁS PASTILLAS!”, y desde entonces lo he cumplido. No se… se siente bien no ser dependiente de algo. Deje el tratamiento y obviamente todos los contras y pros se han acumulado, pero me siento LIBRE, no tengo que andar pendiente de que la hora de la pastilla se me va a pasar, no gasto en calmidol, ni en nosotras, no se me baja la libido (las pastillas me la bajan), soy menos sensiblera, no sufro de nauseas, ni mareos, ni se me mancha la cara. WIN!

Lo curioso es que con todos esos tratamientos nunca he aprendido a ser puntual con las horas en que me tengo que tomar las pastillas, y le he cogido fastidio a las pastillas, pero todo lo intento curar con pastillas.

No obstante, lo que necesito muchas veces son abrazos, de esos abrazos sinceros, tranquilos y reconfortantes, no porque lo pida (no no no no! a quién le gusta pedir afecto) sino porque a la otra persona le nazca hacerlo, pero a la gente nunca le nace dar ese tipo de abrazos así porque si, y cuando reciben uno sin motivo, se asustan y se alejan para luego ir a quejarse de que el mundo es un lugar hostil *Suspiro* La diferencia es que ahora no desprecio a la gente por ser tan frívola, sino por estúpida, o más bien me intriga el porqué de tanta soledad encorazada.

El viernes pasado estuve en urgencias por un dolor no especificado en el vientre, y discutí con el médico cuando me mandó ibuprofeno, así que me pusieron una intravenosa con suero y buscapina compuesta… más nunca en mi vida vuelvo a discutir con el médico, porque si las pastillas son un karma, las agujas duelen muchísimo más, y más cuando la enfermera no te ‘encuentra’ las vena de las manos (aún tengo las marcas de las agujas y sus respectivos moretones).


♫ ♪ ♫ No pienso en ti… sólo te siento… pasando por mí… como un dulce viento… ♪ ♫ ♪
Devendra Banhart - Brindo

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