[Daniel está sentada en una silla, está soñando y es consciente de ello. Espera pacientemente y en silencio la hora en la que a su cuerpo le de la gana de reaccionar, mientras observa las cosas que pasan 'en el sueño' sin participar en él]
No me gusta ese sentimiento de explosión en mi espalda.
Esos espasmos que no son de sueño, sino más bien producto de mis nervios. Los pensamientos revuelan agílmente mientras que mi cuerpo intenta gesticular torpemente, las palabras no me salen claramente, la lengua se reseca... y yo, yo miro apenada al auditorio, aspiro como disimulando la vaina, y pido disculpas por todas las frases que se enredaron en mi boca en el ultimo minuto.
Hago un chiste flojo, ellos se ríen, y yo me quedo pensando en lo corteses que son, porque sé que mi chiste fue malísimo. Están siendo amables conmigo porque se nota demasiado que no tengo el don de la oratoria.
Pero ¿por qué ese exceso de pesimismo? ¿Por que cada vez que se presenta un reto lo primero que viene a la cabeza es la posibilidad de fracaso? ¿Acaso deseo libertad para esconderme en un frasco?
Ya no quiero estar tras bambalinas.