Les amours imaginaires

[La recomendación para este escrito es Arctic Monkeys - I wanna be yours]

Por recomendación de una amiga, terminé viéndome una película canadiense de Xavier Dolan que se llama Les amours imaginaires, el título no es tan difícil de traducir. Tenía mucho tiempo alejada de cualquier película que se relacionara con “amor” o que tuviera dicha palabra en su título, principalmente porque creo que todas las películas que giran en torno al tema tienen, en algún momento de la trama, diálogos y/o acciones verdaderamente ilógicas por parte de los protagonistas, algo que me regurgita el estómago y me desagrada en extremo, aunque no sea una neurótica perfeccionista o idealista.

Entonces, me detuve a pensar “¿acaso no es ilógica la gente?”. De amores imaginarios está plagada la vida, y es algo que todos hemos experimentado una o varias veces. Nos enamoramos solos, huyéndole a la soledad (paradójicamente) y esperamos que alguien nos ame, que alguien nos considere importante para no sentirnos tan intrascendentales en este mundo. La mayoría de nosotros termina idolatrando al otro, subiéndolo en un pedestal, creyendo en todo lo que dice o hace como si fuera un credo, aunque el otro sea un déspota en muchas ocasiones. O nos enamoramos en silencio. Vemos las fotos del otro en la pantalla de la computadora y dedicamos horas a recorrerlas con el puntero del mouse, aunque cuando nos encontremos en la calle con esa persona finjamos no querer más que una charla divertida, o una ‘sincera amistad’. Decía una de las chicas de la película que estaba enamorada de alguien que siempre tardaba en contestar su e-mail: “Estoy en mi computadora y me entra pánico. Me inquieto. Me digo… si cada vez que pulso ‘actualizar’ muriera alguien, no quedaría nadie vivo”. ¿Cuántas veces hemos abierto el correo emocionados por encontrar ese mensaje o esa respuesta que nunca llega? Nos agrietamos delante del teclado, esperando, esperando, hasta que llega un día en que uno se resigna y todo da igual. Nunca llegará.

También están los amores pasados, esos que ya no existen desde hace mucho tiempo pero que uno se niega a dejar ir. Lo más triste de eso es que la gente que sigue enamorada de un recuerdo, no puede darse cuenta de todas las oportunidades que pierde en el presente. También están los que usan a sus hijos para ‘atrapar’ a la persona que quieren, o porque creen que los hijos si les darán el amor que tanto necesitan en sus vidas para sentirse importantes. Esos son los más egoístas, y deberían tener su propio círculo en el infierno por perpetuar nuestra especie para fines tan mezquinos.

Decía Freud que “enamorarse siempre linda con lo anormal, siempre se acompaña de ceguera a la realidad, de compulsividad”. Tal vez Freud tenga razón, pero bueno, no tenemos una neocórtex de lujo, deberíamos aprender a utilizarla para  intentar ‘controlar el amor’ así como intentamos a toda costa controlar la ira y no ir por la calle asesinando gente que es aparentemente real.


P.S: Algo que me encantó de la película: los detalles (muy cuidados, por cierto) y la banda sonora ¡en especial la banda sonora! No tiene pérdida.

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