Compos mentis

Cierro los ojos y sueño, mi cuerpo inmóvil me da a entender de que en efecto está “descansando” así que espero hasta que acabe, aunque los sueños son tan reales, tan tangibles que me perturban el alma. He vuelto a soñar con cosas pasadas que no sabía que aún existían en mi memoria. He vuelto a soñar con tus lagrimas y las mías, como si fuera un intento desesperado de mi inconsciente para estremecerme ante tanta frivolidad de mis últimos días. Abro los ojos al tiempo de un suspiro. Un suspiro es lo que separa a todos los multiversos. Si alguna vez alguien se ha teletransportado, comprenderá perfectamente la primera sensación que tengo al despertar.

Dos, tres minutos. Me acaricio lentamente los pies, las piernas, el sexo, los senos, los brazos, la cara, las manos, el sexo... ¡Soy yo! ¿Soy yo? He repetido tantas veces esa rutina que mi cerebro ya está mecanizado. ¿Me reconozco? Sí, me reconozco. ¿Recuerdo mi nombre? Si, es Siday; es Siday la que una vez más despierta en este mismo cuerpo mutable, en esta misma habitación no mutable, en esta misma mente constante y cansada. ¡Apágate mente!

Me levanto con rapidez. Me estiro. Voy al baño. Soy tan mortal como cualquiera. Me gustan las mañanas porque impera el silencio en la casa, hasta que el gato irrumpe con un maullido mezquino y odioso que aunque traduzca “dame comida”, yo siempre responderé con un “buenos días”. Me gusta imaginar que una de estas mañanas el gato hablará con una voz ronca y exigirá que deje de hacerme la loca, así que me lo quedo viendo con la expectativa de que suceda, pero no sucede. Debo confesar que a veces espío al gato.

Por rutina, más que por gusto, reviso la agenda y el celular. Activo el wifi y todos los mensajes llegan de golpe, pero yo siempre busco tu nombre y lo repito como si fuera un mantra, y como por casualidad, casi siempre recibo tu llamada después de eso. Me gusta creer que tengo poderes mágicos, aunque sepa muy bien que no es así. Es desgastante estar aterrizándome todo el tiempo.

Tengo un viaje pendiente, metas por cumplir, deudas que pagar ¡El viaje! No sé desde hace cuanto tiempo ‘no tengo tiempo’, pienso en los preparativos y estoy que vomito las tripas de la ansiedad. Sería hermoso destriparme de ansiedad. Me desespero. Pongo música. Me peino. Intento calmarme. Me quedo ensimismada por largo rato, como si fuera una autómata, fantaseando cuanta barbaridad se me ocurra. Ella vuela y yo me quedo viendo como me hace fracasar, como me hace perder el avión, como me enreda el cabello, como me asesina de todas las maneras posibles; me quedo en silencio solo viendo algo que no está fuera de mi cabeza sino dentro ¿por qué no es más sexy? ¿por qué no me hace el amor en vez de asesinarme?. Recupero mi consciencia por un nudo en el cabello.

7:07 a.m. Hora de despertar. Todo va a salir bien… todo va a salir bien.

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