Cumpleaños

Trasnochada, como es costumbre los viernes, abrí la puerta con los ojos rojos rumbo a la cocina. A esa hora de la mañana moría por un mediocre desayuno, de esos que me como todos los días. El primero en abrazarme fue mi papá (lo cual me pareció extraño) con una cara distraída y feliz al mismo tiempo: -Ya eres más vieja- dijo.

Y si, ya soy más vieja...

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