Here we go again

James Blunt - Same Mistake
Deslizo mi mano por tu pecho, pasa justo sobre tu corazón, y me asusto al sentirlo ahí, latente, frágil. Inmóvil frente a mi, me miras a los ojos buscando una respuesta, no la hay; comprende, solo estoy yo con mi mente en blanco y mi deseo efervescente, entonces empieza nuevamente el juego, y levanto suavemente las piernas. Entras. Sales. No pares. Me encanta...

Cuantos corazones rotos hay por doquier...

En tus ojos

Es tan difícil dejar ir al amor, no así a la pareja.

Avisas que te vas, muy lejos, y desde ya te extraño. Me quedo ensimismado viendo niños jugar y los envidio, los envidio por la facilidad de sus vidas, los envidio mientras pienso en ti, en jugar contigo, tal vez bajo las sábanas. Me convenzo que es mejor para mi tenerte lejos, te echo la culpa de nuestro fracaso aunque se que la culpa es mutua. Tengo ganas de buscarte, de impedirlo, de abrazarte mientras empacas y pedirte que por favor no lo hagas... No te vayas. Pero me quedo pasmado, inmóvil, evitando tu mirada, tu reproche, porque se que en el fondo no te quiero dar lo que tú exiges de mi.

Con que así se siente la tristeza...

De la paz al silencio

No hablar es delicioso. Delicioso y subvalorado. Las personas irrumpen el ambiente con bullicio, con cantos, con conversaciones, con esa necesidad de sentirse rodeados. Pocos somos los que nos sentimos felices y asombrados escuchando el palpito del corazón, las manecillas del reloj, el sonido del cabello contra la almohada, el viento golpeando la ventana, el follaje de un árbol distante, la lluvia, el tráfico, el jadeo de un perro...  Sabes que has encontrado a esa persona ideal cuando no es tan necesario hablar para comunicarse.

Y se que soy una persona afortunada por poder sentir eso, aunque la gente confunde mucho el ser de pocas palabras con el estar aburrido, desentonado, analizando, o ser un oyente incondicional. Nada más lejos de la realidad. Aveces me da nostalgia porque quisiera que otros asimilaran mejor ese tipo de cosas (sin tener que ser o actuar como un estúpido hippie drogo), y no se perdieran para siempre en conversaciones vacías y cotidianas.

Incluso, hay quienes llegan a parlotear desesperadamente para llamar la atención, o despertar admiración de todos los presentes obteniendo como resultado todo lo contrario... ¿Por qué tienen esa necesidad? ¿Tiene baja autoestima? ¿Acaso les tiene sin cuidado el valor del anonimato y la poca libertad que se obtiene con él? ¿Acaso nadie les ha hecho saber cual es la diferencia entre algo forzado y algo natural?

El valor de las cosas se aprende cuando estas se pierden, eso lo sabe todo el mundo pero se les olvida. El valor de caminar despreocupadamente por las calles lo aprendí después de que me atracaron, el de 'pasar desapercibido' lo aprendí cuando empecé a ejercer la docencia, y no había un dichoso lugar en esta dichosa ciudad en dónde no me encontrara a un dichoso estudiante de los chivatos. Pasa uno de ser anónimo a ser tachado de insolente (irreverente no, odio esa palabra). Pasa uno haciendo concesiones con la ilusión de poder adaptarse algún día.

[Para disfrutar con los ojos cerrados Tchaikovsky - 1812 Overture]

Hurt

[Coloque estas canciones mientras lee, pues, escribí esto mientras las escuchaba una y otra vez, una y otra vez: Pink Floyd - Hey you y Johnny Cash - Hurt, principalmente esta última]

Sucede que he pospuesto muchas veces escribir sobre esto, estaba esperando dejarlo pasar (como lo he hecho la mayoría de las veces). Sucede que no es cómodo, pero hoy lo considero necesario, aunque mi madre pegue el grito en el cielo. Quién sabe si más adelante me arrepienta, como cuando compro bolsos o regalos.

Es un hecho que uno nace predispuesto para ciertas cosas con las que se tiene que lidiar el resto de la vida, pero conformarse con eso es lo más mediocre que he podido encontrar. Desde siempre he sido callada y un poco apartada, eso no me afecta a la hora de apreciar a las personas y hacer amigos, pero a los 14 años, mientras mis compañeras del colegio estaban disfrutando de la adolescencia, saliendo a minitecas y empezando a hablar con muchachos, yo me quedaba escribiendo pendejadas sobre la inexistencia de mi alma, preocupada por la nada, y afirmando (sin fundamentos) que el universo no era infinito. Lloraba porque si, y buscaba desesperadamente un motivo porque ‘uno no llora sin motivo’. Estudiaba en un colegio de monjas cuya única solución para todo era ‘pedirle a Dios’. -“Negrita, busque a Dios”- fue lo que me dijo un cura cuando le dije que el espíritu se me había muerto y que a esa edad no tenía, ni entendía, el motivo por el que valiera la pena permanecer vivo. Claramente esa no fue la solución, y en un ataque de rabia me volví temporalmente atea. 

Tenía depresión y no lo sabía. No lo sabía y por eso no lo podía controlar. Mentiras, qué carajos iba a controlar una niña de 14-15 años (?). Y la depresión es de esas cosas que duran para toda la vida, y la arruina de una manera memorable, principalmente porque los demás no lo entienden; no entienden por qué te sientes triste si los tienes a ellos, o lo tienes todo, o tienes lo que muchos desearían (inteligencia, belleza, dinero o amor, o todas las anteriores, quien sabe). Durante toda mi adolescencia busqué motivos creyendo que la tristeza era la consecuencia y no la causa: inventar peleas con el novio (ahora ex), las bajas notas de séptimo y octavo semestre de Universidad, la pobreza mundial, la disfuncionalidad familiar, etc, etc, etc. 

Pero después de vivir tantas cosas, y soportar tanto, un día me cansé. Ese mismo día intenté suicidarme sin tantos rodeos y en silencio, y fracasé. No me enorgullece contarlo, más porque no fue un solo intento, pero todos esas fallas durante todos esos años, y la calidad de las relaciones con mi familia y mi pareja de la época, me sirvieron para darme cuenta con el tiempo de que esa no era la solución. Entonces decidí seguir el plan B: buscar ayuda, cambiar, o volverme responsable de mi misma. 

Y sin embargo, hoy, exactamente hace dos meses, estaba pasando por una de las épocas más horribles. A pesar de todo el raciocinio que le pude aplicar y de todo lo que había logrado controlar en los últimos 7 años, hace dos meses estaba verdaderamente fastidiada de mí, de mi voz, de mi cara, de mi manera de pensar, de todo lo que implicaba mi existencia. No había más motivo, esta vez no era nada externo, era yo y estaba decidida a dejar de existir de una buena vez por todas. Todo estaba preparado, incluso no dejaría nota de despedida (que son cobardes y algunas veces falsamente apoteósicas), sino que conversaría racionalmente con los más cercanos para que entendieran mi situación, y no les afectara tanto. No me enorgullece, pero no lo veía claramente; entendí que expresarse de una manera racional no es sinónimo de tener la razón.

Es más fácil transmitirle todas las razones de tus acciones a la condición que poseas. Hoy en día la gente disfruta autoproclamándose Bipolar (por ejemplo), porque se libran de la responsabilidad de sus acciones (soy así porque soy bipolar -aunque no sea diagnosticado- y tienes que aceptarme así, porque soy incapaz de controlar mis estados de ánimo... ¬¬). Todos quieren ser ‘locos’ porque con una pastillita se les endereza el camino. Es más difícil tomar las riendas, decidir cómo expresarte, mantener el ánimo más o menos estable, no dejarse caer, ser consciente y responsable de cada acto, no huir, no aislarse, hacer deporte para subir los niveles de endorfinas, no descuidar los estudios ni el trabajo, tomar manzanilla para controlar el insomnio, no seguir esa vocecita constante que siempre te incita a la autodestrucción definitiva; nada de eso es fácil, ni para uno ni para los que lo rodean, y más si es algo de todos los días, por el resto de la vida. 

También comprendí que aunque la tentación de hacerme daño siempre estará presente, y aunque aveces simplemente sea incapaz de lidiar con esa condición, al final esto me permite sentirme un poco más libre porque aprendo a decidir sin tanto miedo qué rumbo quiero en mi vida. Decidí quedarme a ver qué más pasa en este vídeo, mi vídeo, y por cuatro personas a las que amo. ¡Enhorabuena!

Volver

Tenía una gran necesidad de verte, de tocarte, de escucharte, de confirmar tu existencia. Hoy volví y me alegró encontrarme con tus grandes ojos cafés, como no tienes idea. 

Tenía una gran necesidad de verte porque estaba perdiendo tu recuerdo. Me desesperaba saber que te estaba olvidando, darme cuenta de ello. Intentar recordar el movimiento de tus manos al hablar y encontrar vacío. NO es que deje de quererte, sigo queriendo cosas que ya no se cómo lucen, solo con el mero nombre. Estoy segura que tendré Alzheimer cuando sea vieja, también tú, es la herencia.

Pero no me preocupa, mientras no me olvide de cómo volver, no me preocupa. Porque cada vez que vuelvo me siento como si fuera la primera vez y me emociono, me emociono muchísimo al redescubrirte en todas esas cosas. Al volver a encontrarme con tus abrazos, con tus mimos, al volver a encontrarme en ti (aunque me lleve tiempo)

Hoy volví a Montería, me recibió con aguacero... que linda!