Hurt

[Coloque estas canciones mientras lee, pues, escribí esto mientras las escuchaba una y otra vez, una y otra vez: Pink Floyd - Hey you y Johnny Cash - Hurt, principalmente esta última]

Sucede que he pospuesto muchas veces escribir sobre esto, estaba esperando dejarlo pasar (como lo he hecho la mayoría de las veces). Sucede que no es cómodo, pero hoy lo considero necesario, aunque mi madre pegue el grito en el cielo. Quién sabe si más adelante me arrepienta, como cuando compro bolsos o regalos.

Es un hecho que uno nace predispuesto para ciertas cosas con las que se tiene que lidiar el resto de la vida, pero conformarse con eso es lo más mediocre que he podido encontrar. Desde siempre he sido callada y un poco apartada, eso no me afecta a la hora de apreciar a las personas y hacer amigos, pero a los 14 años, mientras mis compañeras del colegio estaban disfrutando de la adolescencia, saliendo a minitecas y empezando a hablar con muchachos, yo me quedaba escribiendo pendejadas sobre la inexistencia de mi alma, preocupada por la nada, y afirmando (sin fundamentos) que el universo no era infinito. Lloraba porque si, y buscaba desesperadamente un motivo porque ‘uno no llora sin motivo’. Estudiaba en un colegio de monjas cuya única solución para todo era ‘pedirle a Dios’. -“Negrita, busque a Dios”- fue lo que me dijo un cura cuando le dije que el espíritu se me había muerto y que a esa edad no tenía, ni entendía, el motivo por el que valiera la pena permanecer vivo. Claramente esa no fue la solución, y en un ataque de rabia me volví temporalmente atea. 

Tenía depresión y no lo sabía. No lo sabía y por eso no lo podía controlar. Mentiras, qué carajos iba a controlar una niña de 14-15 años (?). Y la depresión es de esas cosas que duran para toda la vida, y la arruina de una manera memorable, principalmente porque los demás no lo entienden; no entienden por qué te sientes triste si los tienes a ellos, o lo tienes todo, o tienes lo que muchos desearían (inteligencia, belleza, dinero o amor, o todas las anteriores, quien sabe). Durante toda mi adolescencia busqué motivos creyendo que la tristeza era la consecuencia y no la causa: inventar peleas con el novio (ahora ex), las bajas notas de séptimo y octavo semestre de Universidad, la pobreza mundial, la disfuncionalidad familiar, etc, etc, etc. 

Pero después de vivir tantas cosas, y soportar tanto, un día me cansé. Ese mismo día intenté suicidarme sin tantos rodeos y en silencio, y fracasé. No me enorgullece contarlo, más porque no fue un solo intento, pero todos esas fallas durante todos esos años, y la calidad de las relaciones con mi familia y mi pareja de la época, me sirvieron para darme cuenta con el tiempo de que esa no era la solución. Entonces decidí seguir el plan B: buscar ayuda, cambiar, o volverme responsable de mi misma. 

Y sin embargo, hoy, exactamente hace dos meses, estaba pasando por una de las épocas más horribles. A pesar de todo el raciocinio que le pude aplicar y de todo lo que había logrado controlar en los últimos 7 años, hace dos meses estaba verdaderamente fastidiada de mí, de mi voz, de mi cara, de mi manera de pensar, de todo lo que implicaba mi existencia. No había más motivo, esta vez no era nada externo, era yo y estaba decidida a dejar de existir de una buena vez por todas. Todo estaba preparado, incluso no dejaría nota de despedida (que son cobardes y algunas veces falsamente apoteósicas), sino que conversaría racionalmente con los más cercanos para que entendieran mi situación, y no les afectara tanto. No me enorgullece, pero no lo veía claramente; entendí que expresarse de una manera racional no es sinónimo de tener la razón.

Es más fácil transmitirle todas las razones de tus acciones a la condición que poseas. Hoy en día la gente disfruta autoproclamándose Bipolar (por ejemplo), porque se libran de la responsabilidad de sus acciones (soy así porque soy bipolar -aunque no sea diagnosticado- y tienes que aceptarme así, porque soy incapaz de controlar mis estados de ánimo... ¬¬). Todos quieren ser ‘locos’ porque con una pastillita se les endereza el camino. Es más difícil tomar las riendas, decidir cómo expresarte, mantener el ánimo más o menos estable, no dejarse caer, ser consciente y responsable de cada acto, no huir, no aislarse, hacer deporte para subir los niveles de endorfinas, no descuidar los estudios ni el trabajo, tomar manzanilla para controlar el insomnio, no seguir esa vocecita constante que siempre te incita a la autodestrucción definitiva; nada de eso es fácil, ni para uno ni para los que lo rodean, y más si es algo de todos los días, por el resto de la vida. 

También comprendí que aunque la tentación de hacerme daño siempre estará presente, y aunque aveces simplemente sea incapaz de lidiar con esa condición, al final esto me permite sentirme un poco más libre porque aprendo a decidir sin tanto miedo qué rumbo quiero en mi vida. Decidí quedarme a ver qué más pasa en este vídeo, mi vídeo, y por cuatro personas a las que amo. ¡Enhorabuena!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hace bastante no te leía, te había alguna vez recomendado libros de cioran ahora no creo que lo debas leer, creo que tu misma debes recuperarte y aprender a vivir con todo lo que representas, pero hay una frase de el que a mi me ayuda mucho, y dice que el conocimiento de que en cualquier momento de mi vida puedo suicidarme, es la razón de que siga viviendo cada dia, y vivio hasta sus 82 años, ya sabes igual tu tienes que crear tus propias frases y darles sentido, pero intenta disfrutar un poco mas de tu sufrimiento asi cuando estes feliz lo sabras apreciar y contrastar mejor

Unknown dijo...

Un abrazo fuerte