He sido tan feliz contigo

De tanto en tanto ando traicionando mis principios, no sé si ellos sean muy elevados y no están acordes a la porquería de ser humano que puedo llegar a ser (créanme, todos tenemos potencial para ello), o es que simplemente no son mis principios, o no los siento como míos.

¿Necesito otros principios?

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Se supone que si uno se desahoga se siente más aliviado... pero desahogarse no sirve para nada, no cambia nada, solo deja vacíos. Entonces uno toma la decisión, no sé si correcta, de dejarlo pasar... de acostumbrarse, de seguir adelante con una extraña sonrisa en la cara, o con la cara más seria e inmóvil que la historia jamás haya registrado (mentiras, nadie es tan extremo). Empieza a darse cuenta del verdadero valor que tienen los principios, la libertad y el amor, del valor de la gente que te rodea, que es tan maravillosa como asquerosa a la vez, todo al mismo tiempo, y toda esa complejidad es tan bacana que vives en un estado de permanente asombro, o permanente apatía.

Me siento bendecida por Dios porque aparentemente la mayoría de la gente que he tenido el gusto de conocer son personas muy bonitas, son personas excelentes, son personas retorcidas también, pero no les cambiaría nada... son esas personas las que me sacan verdaderas sonrisas, son esas las que me escuchan incondicionalmente y yo a ellos, las que me hablan con confianza y sinceridad, las que me ayudan a sobrellevar todo los vacíos.

...Y dentro de toda esa gente estás tú, con tus inquietos y misteriosos ojos oscuros, con tus reflexiones, tus críticas y tus conversaciones, con tus cicatrices, tu terquedad, tu insesante curiosidad, esa particular forma de doblar la lengua, de reir, de enojarte, de equivocarte, la seriedad de mentiritas que ni tu mismo te crees, y el fuego que enciendes constantemente (en mi) ¡He sido tan feliz contigo!

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